miércoles, octubre 26

¿Tendremos Asado en Curacaví?

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CYRANO VIVE… ¡VIVA CYRANO!

Cyrano es bueno para la pestaña desde que estaba en la guatita de su mamá. De hecho, de los tres cachorros él fue el último en salir… tenía una flojera… o sea, mientras la Cleo, su mamá, estaba pariendo casi sin fuerzas, él dormía…

Y por si fuera poco, nació de cola… quizás donde estaba escondido, porque cuando le hicieron la ecografía a su mami, sólo le salieron dos hijitos… y de repente nació él!… de yapa… y dormido.

Cuando estaba con casi medio cuerpo afuera lo agarré y lo puse junto al hocico de la agotada Cleo, para que lo lamiera… pronto comenzó a respirar. Era principios de enero del año 2002.

Cyrano fue el único macho de la pequeña camada. Las otras dos, hembras, obvio, eran de lo más vivas. Jugaban y se revolcaban mientras él figuraba plácido en su cama. Las hermanas le mordían las orejas, pero él hacía caso omiso.

Cyrano era el que tenía las patas más cortas, pero también era el más ancho y gordito. Cyrano es precioso. No tiene pelos, sino una lana blanca sedosa. Tiene una nariz sobresaliente y negra y unos ojos profundos que a veces miran de lado, coquetos, invitando a hacerle cariño.

Su carácter, su prestancia y aveces indiferencia, son en ciertos momentos disonantes con su físico.

Cyrano es un poodle, pero no es fifí. Es un macho. Con cara de macho. Cuando tenía un mes sus amos lo conocieron. Mis queridos compadres y amigos. Un feliz matrimonio, que aún no tenía hijos ni tampoco planes de adoptar a un animalito.

Pero mi comadre lo vio y supo de inmediato que era de ella. Fue como amor a primera vista… y eso que nunca había sido muy cercana a los perros.

Cyrano tiene una ternura indescriptible. Él habla con los ojos. Su alegría, su pena, su enojo, su indiferencia, su flojera y por sobre todo su amor, se reflejan con total transparencia en su mirada.

Cyrano no es muy bueno para comer… juega con los pellet y aveces siente la necesidad de alimentarse… pero prefiere mil veces que le hagan cariño. Él vive de cariño. Y lo tiene a manos llenas.

Cyrano tiene cama propia acolchada y buena parte del día flojea ahí. Pero en la noche, él duerme en la king size con mis compadres. Se mete adentro de la cama hasta los pies de ellos y cuando le da calor asoma su cabecita y sus manitos en medio de los dos… y duerme así, de lado, como un humano más entre dos humanos que lo aman.

Cyrano es temperamental. Le tiene mala a los ciclistas, a los motoristas, a los gatos y a los niños. A los dos primeros, porque no los puede alcanzar y porque sí. Y a los dos últimos porque son de un tamaño parecido al de él, se mueven rápido y pueden quitarle minutos de regaloneo con los grandes.

Pero Cyrano es tan bueno y quiere tanto a mis compadres que cuando tuvieron a su hija —mi exquisitísima ahijada de ahora 1 año y 2 meses—, él la quizo. Al principio la miraba un poco distante, después comenzó a contemplarla y a veces no se aguantaba el cariño y le daba un par de besos locos… aunque sabía que no podía por mucho tiempo, así que lo hacía rápido. Cuando su nueva hermana humana fue creciendo, Cyrano aguantaba incluso que ella saciara su curiosidad por este peluche en movimiento… a lo más alegaba un poco y después se hacía el indiferente. Era como el “hermano maduro”.

Cyrano puede quedar afónico de tanto ladrarle a los gatos. Pero hace un mes mis compadres adoptaron a una gata, la Pancha, “por si las lauchas”. Cyrano la mira de reojo, no le ladra y aveces le roba su comida. Pancha no se queda atrás y hace lo mismo con el pellet de él.

Cyrano tuvo una vez una novia. Ella lo invitó a pasar el día, en el patio de su casa. Pero ambos eran bastante inexpertos. Entonces decidieron hacerse cariño, jugar y ser buenos amigos. Fue un gran día para Cyrano.

Cyrano ama a mis compadres. Y sabe exactamente qué hacer para regalonearlos a cada uno. A mi comadre prefiere mirarla con ojos de extrema ternura y luego, acurrucarse en sus brazos. Y si en sus brazos ella tiene a su hijita, Cyrano, diplomático, se instala a un costado. Pero siempre rozándola. Con mi compadre es distinto. Cyrano le da besos en toda la cara hasta que le da hipo. Y mi compadre lo deja. Porque ama a Cyrano. Y Cyrano, a parte de gustarle el sabor de la cara de mi compadre, también lo ama.

Cyrano me quiere. La mayoría de los adultos que entran a su casa son bien recibidos por él. Pero cuando yo llego, me hace unas fiestas que, según mi comadre, no se las hace a toda la gente. Y yo me creo la muerte porque Cyrano me prefiere y me ama. Y yo a él también lo amo.

Cyrano juega al tira y afloja conmigo. Se pone un poco nervioso cuando lo voy a tomar y retrocede un poquito. Pero lo único que quiere es que lo tome. Y cuando lo hago, se instala relajado en mis brazos. A lo mejor Cyrano intuye que le di un empujoncito para que naciera.

Cyrano, cuando mis compadres lo adoptaron, vivía en una casa con un pequeño patio con pasto. Como al año, se adaptó exquisitamente a un loft, que tenía un patio más chico y sin pasto. Eso sí, las ventanas daban a una calle donde solía transitar gente. Y él les ladraba a todos. El lindo Cyrano aveces se ponía un poquito histérico.
Hace 2 meses y medio que Cyrano se cambió a una casa más grande, que está casi en medio de una montaña. El patio es pura naturaleza y tiene espacio suficiente para correr. Cyrano es extremadamente feliz. Y demasiado demasiado querido.

Cyrano tiene su carácter. Es más bien chorito de las pampas. Y no se amilana frente a ningún perro, sea cual sea su tamaño. Les ladra a todos por igual.

Ayer en la tarde Cyrano se escapó. No es culpa de nadie. La puerta de entrada se abrió y se cerró muy seguido, por la circulación de maestros que estaban haciendo unos arreglos en la casa. Pero eso ahora no importa. El punto es que él quizo salir a pasear por la puerta delantera. No pasaron muchos minutos antes de que mi comadre se diera cuenta. Entonces lo salió a buscar. Y Cyrano yacía en el suelo. Un perro muy grande, de esos a los que Cyrano le tenía cero miedo, lo hizo callar.

Cyrano ya no ladra y está sumido en un sueño profundo. Su cuerpo ya no se mueve y está cubierto por el acogedor jardín de una casa, a la que siempre podremos visitar. Pero su alma —sí, su alma— sigue tan, pero tan viva en medio de nosotros, que es absolutamente imposible que olvidemos su corta, intensa, alegre y amada vida terrenal.

CYRANO VIVE. ¡VIVA CYRANO!

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